sábado, 11 de mayo de 2019

Narración de un viaje a Chile y reflexiones sobre un patriotismo diferente (incluye diccionario chileno-español)

Lo que sigue es una descripción, más o menos somera, y aderezada con reflexiones personales, del viaje que he realizado (y no que “realicé”, puesto que empiezo a escribirlo en el mismo vuelo de vuelta) durante el mes de abril de 2019 a la República de Chile, en concreto a la ciudad de Valparaíso, por motivos de trabajo. Ni lo de Valparaíso ni lo del trabajo son términos excluyentes, puesto que también tuve la ocasión de conocer otros lugares distintos a la escamosa ciudad porteña (Santiago, Viña del Mar, Puerto Baras, Chiloé, etc.) y no solo me dediqué a trabajar, como seguramente el lector de estas líneas inferirá.

(Puede que la prosa de este texto, a diferencia de los anteriores de este solitario blog, me vaya a salir un tanto “nerudiana”, y es que vuelvo leyendo uno de los pocos libros que en verso no escribió el poeta de los Andes: su autobiografía “Confieso que he vivido”. Y es que a mí siempre se me han pegado lo estilos literarios, a diferencia de los acentos (como bien saben mis amigos andaluces)).


1: Valparaíso y Viña del Mar

Mi estancia en Valparaíso, por iniciativa e invitación de mi apreciado amigo Daniel Ramírez, profesor electroquímico de la Universidad homónima, científico entusiasta y mejor persona, transcurrió como un suspiro prolongado, rápido (por lo ocupado) e  intenso como una bocanada de aire húmedo y marino. He dicho de Valparaíso que es una ciudad “escamosa” porque su belleza es morfológica y azuleja, como las teselas de un mosaico o las escamas de un caimán. Podría ser la ciudad más hermosa del Cono Sur, sino fuera porque sus fundadores y habitantes la han dejado ahí como tirada, desparramada entre su Cerros, con sus casitas de chapa y madera, rodando como dados de colores hacia el mar. Muchos de sus bellos edificios históricos, procedentes de la época de lo que yo llamo la “segunda colonización”, la que realizaron británicos y otros europeos durante el siglo XIX e inicios del XX, están tristemente abandonados o poco cuidados. Su presencia me recuerda el “encanto decadente” con el que se ha definido el actual Portugal. De Valparaíso llama la atención la profusión de grafitti, los desperdicios que afean los rincones y la miríada de perros sin dueño, auténtica “minoría étnica” de la ciudad. Si no fuera por el bullicio y hormigueo de sus actuales habitantes, las innumerables tiendas, locales, bares y restaurantes, y el paso continuo y furioso de los acelerados “micros” (microbuses), sus calles podrían ser el escenario de una superproducción de Hollywood ambientada en un futuro apocalíptico, arrasado por una bomba atómica o una rebelión zombi.


Valparaíso, visto desde el cerro de Playa Ancha

Cerro de Bellavista desde el "ascensor" de Espíritu Santo


En toda esta maraña sanguínea y desarmada, tengo que destacar algunos bellos lugares: Cerro Alegre, donde el “encanto decadente” alcanza su máxima expresión, el Museo al Aire libre, donde los grafitti, ahí sí, alcanzan la categoría de arte urbano e inteligente, Cerro Concepción, los “ascensores” históricos (leáse funiculares), y, sobre todo, “La Sebastiana”, una de las tres casas históricas de Pablo Neruda, y que merece una descripción aparte.




Dos bellos rincones del Museo al Aire Libre de Valparaíso

No pongo fotos de la casa de Pablo Neruda porque no está permitido hacerlas, salvo hacia el exterior, ese entorno aéreo y marino en el que él decidió “edificar” su casa. Siempre pensé que Neruda era un pintor de la palabra, pero al visitar su casa comprobé que también era un singular “decorador”. Y es que decoró su casa de la misma forma que escribió sus poemas, juntando palabras sin conexión real ni lógica, solo fantástica y extravagante, donde el único denominador común es la simple belleza. De Pablo Neruda hay que decir que era un “vividor” con todas letras, le gustaba beber, comer y las buenas vistas, entre las que se encontraban sus innumerables mujeres (incluyendo la que le acompañó en aquella casa, última mujer de su vida).

(Transcribo el poema que dedicó a la casa, toda una joya, el poema y la casa)

YO construí la casa.

La hice primero de aire. 
Luego subí en el aire la bandera 
y la dejé colgada
del firmamento, de la estrella, de 
la claridad y de la oscuridad.
Cemento, hierro, vidrio,
eran la fábula, 

valían más que el trigo y como el oro, 
había que buscar y que vender, 
y así llegó un camión:
bajaron sacos
y más sacos,
la torre se agarró a la tierra dura
-pero, no basta, dijo el constructor,
falta cemento, vidrio, fierro, puertas-,
y no dormí en la noche.
Pero crecía, 
crecían las ventanas
y con poco,
con pegarle al papel y trabajar
y arremeterle con rodilla y hombro
iba a crecer hasta llegar a ser,
hasta poder mirar por la ventana,
y parecía que con tanto saco 

pudiera tener techo y subiría 
y se agarrara, al fin, de la bandera 
que aún colgaba del cielo sus colores.
Me dediqué a las puertas más baratas, 
a las que habían muerto
y habían sido echadas de sus casas, 
puertas sin muro, rotas, 
amontonadas en demoliciones, 
puertas ya sin memoria, 
sin recuerdo de llave, 
y yo dije: "Venid
a mi, puertas perdidas:
os daré casa y muro 

y mano que golpea, 
oscilaréis de nuevo abriendo el alma, 
custodiaréis el sueño de Matilde 
con vuestras alas que volaron tanto."
Entonces la  pintura
llegó también lamiendo las paredes, 

las vistió de celeste y de rosado
para que se pusieran a bailar.
Así la torre baila, 

cantan las escaleras y las puertas, 
sube la casa hasta tocar el mástil, 
pero falta dinero:
faltan clavos, 
faltan aldabas, cerraduras, mármol. 
Sin embargo, la casa 
sigue subiendo 
y algo pasa, un latido
circula en sus arterias:
es tal vez un serrucho que navega
como un pez en el agua de los sueños

o un martillo que pica 
como alevoso cóndor carpintero 
las tablas del pinar que pisaremos.
Algo pasa y la vida continúa.
La casa crece y habla,
se sostiene en sus pies,
tiene ropa colgada en un andamio,
y como por el mar la primavera
nadando como náyade marina 

besa la arena de Valparaíso,
ya no pensemos más: ésta es la casa:
ya todo lo que falta será azul,
lo que ya necesita es florecer.
Y eso es trabajo de la primavera."


“Pegada” literalmente a “Valpo”, a diez minutos en “micro” y también junto a la costa, se encuentra Viña del Mar. No diré que sea la antítesis de Valparaíso, pero sí que es un lugar que pese a la cercanía, es completamente distinto. Viña del Mar es más señorial y palaciega, con aires aristocráticos y elitistas, con su Cerro del Castillo y su Palacio Wulff. Si Valparaíso es puerto, Viña del Mar es playa. Si Valparaíso son grafitti y trolebuses históricos, Viña del Mar son “relojes de flores” y grandes avenidas con metro subterráneo.



Viña del Mar vista desde el Cerro del Castillo. El castillo Wulff en segundo plano y Concón al fondo, al otro lado de la bahía.

Un poco más lejos de Viña, hacia el norte, se encuentra Reñaca y Concón (o Con-con). Este lugar es interesante por albergar un exótico paisaje, básicamente por su situación: la dunas de Concón. Este curioso lugar es un complejo dunar de mareante elevación pegado al mar y rodeado, o sitiado mejor dicho, por el urbanismo salvaje de la megalópolis.



Dunas de Concón


A pesar de sus diferencias, Valparaíso, Concón, Viña del Mar,  son auténticamente Chile, el país elongado y aun así sorprendentemente uniforme. Como una manguera que se ha desenrollado para comunicar los mundos de la Tierra.

(continuará...)

Pequeño diccionario Chileno-Español




Al tiro - hacer algo inmediatamente, o, como se diría en Sevilla, "del tirón"
¿Cachai? - ¿Entiendes?
Café con piernas - cabaré, bar de sospechosa reputación
Chancho – cerdo. “La culpa no la tiene el chancho si no el que le da el afrecho” – dicho popular,          "pasarlo chancho" - pasarlo bien
Choclo – maíz
Colectivo – taxi compartido
Comida al paso - comida para llevar
Concha - vulva
Estar pato - sin blanca
Guata – Estómago, tripa
Hueco – gay
Huevón - puede significar cualquier cosa dependiendo del tono o enfásis con el que te lo digan
Micro - microbús
Nopo – No
Ocupar - Usar
Piscosauer – cóctel peruano a base de pisco, muy popular (también) en Chile
Paila marina – delicioso caldo de marisco (mejor dicho, marisco con caldo) típico chileno
Palta – aguacate, guacamole
Pico - pene
Pilucho – desnudo
'Po, 'Poh - pues, claro (se pone al final de una frase o palabra para indicar obviedad)
Polla – lotería
Pololo, polola, pololear - novio, novia, ir de novios
Protesta – manifestación callejera
Pucha - lástima, qué pena
Sipo – Si
Taco - atasco
Tenedor libre - buffet libre
 

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