Tenía pensado escribir este post al poco de volver de la Isla del Meridiano, pero las siempre apremiantes tareas del trabajo y de la vida me obligaron a posponerlo semana a semana. Al final aprovecho el puente de la Hispanidad, este año más atípico y polémico que nunca, para, al menos, iniciarlo.
Antes de nada tengo que decir que El Hierro es, a pesar de su relativa pequeñez, la isla más inextricable e inabarcable de todas las Canarias. El Hierro es "difícil" de entender, cuesta comprenderla. ¿Es un destino de playa o de montaña? ¿Es un lugar inhóspito y salvaje, o se trata de un enclave agradable y acogedor? ¿hace calor o hace frío? Solo por pelearse con esa insoluble dialéctica merece la Isla del Hierro ser visitada.
Evidentemente para "comprender" un lugar hace falta vivir en él. A falta de tiempo (o de vidas) no hay más remedio que reducir la ventana de tiempo. En este caso considero que el tiempo mínimo necesario son 5 días. Vamos a ello.
Día 1. Llegada y asentamiento en la costa de Timijiraque.
Llegamos un 27 de agosto de 2020 en vuelo procedente de Tenerife Norte. Poco más da ese día que recoger el coche de alquiler (imprescindible en cualquier isla, y más en el Hierro) y cambiar al poco tiempo por otro coche de alquiler (dado el lamentable estado de las ruedas). Hacemos por primera vez ese trayecto que tantas veces repetiríamos en toda nuestra estancia y que conecta los centros neurálgicos de la isla: Aeropuerto (conexión aérea) - Puerto de la Estaca (conexión marítima) -Valverde (capital) - Central Eléctrica - Timijiraque. Este último no es precisamente un centro neurálgico pero es el lugar en el que nos hospedamos. No es bonito (al menos en comparación con otras partes de la isla) pero sí está bien situado, por su cercanía a la capital, al puerto y al aeropuerto. Tiene playa, de arena negra como casi todas en este lugar del mundo, y un espléndido restaurante, el Bahía, llevado por una eficiente y simpática familia italiana.
Casa en Timijiraque. Costa Noreste.Timijiraque está, por decirlo de alguna manera, en la zona "fea" de la isla. Vertiente Este, es un terreno volcánico "duro", lo que en Canarias se llama malpaís, porque es extremadamente árido y solo algunas pocas especies vegetales de pátina amarillenta y aspecto deprimente consiguen adaptarse al terreno. Aún así uno no puede evitar sentirse impresionado por las mareantes alturas, los empinados riscos y la tierra abotonada y negra cayendo a plomo sobre el océano, como una erupción que se ha quedado congelada desde hace siglos.
Nos recibe la Isla con un calor seco y afixiante y un viento incesante. Toda la zona alta de la isla está cerrada por riesgo de incendio. Durante la noche las servilletas de la cena vuelan, las botellas tintinean y el ruido sibilante se filtra por las ventanas y las grietas con como si se nos avisase de un destino funesto. Nada más lejos de la realidad. El Hierro y sus secretos nos esperan a partir de mañana.
Día 2. Zona norte: Charco Manso. Pozo de las Calcosas. Miradores.
Dada la ola de calor sahariano y la imposibilidad de acceder a la zona alta y boscosa de la isla, decidimos dedicar el día a visita los balnearios (balneario = literalmente, lugar para bañarse - perdón por el palabro) del Norte. Pasando, cómo no, por Valverde, nos encaminamos hacia Charco Manso, al que llegamos poco antes de medio día después de descender por una empinada y zigzagueante carretera.
(Paréntesis sobre la orografía de El Hierro: al igual que otras Islas Canarias de similar "construcción", el Hierro es escarpada, acantilada y elevada en casi todo su interior. Eso significa que para ir de un lugar a otro casi siempre hay que subir bastante, para luego precipitarse de nuevo hacia el mar por el lado opuesto. Casi nunca se pierde de vista el mar, y todas las rutas son lo más parecido a un viaje de avión que nuestra terrestre mente automovilista pueda imaginar.)
Charco Manso nos recibe con nubes, viento y, haciendo poco honor a su nombre, marejada. Aún así uno no puede resistir el placer de darse un chapuzón entre olas y rocas.
Tras la visita a Charco Manso nos encaminamos a otro lugar realmente curioso: el Pozo de las Calcosas. Se trata de un escondido poblado formado por una caótica agrupación de casas de piedra volcánica que se mimetizan con el acantilado como camaleones rocosos. Una larga escalera de piedra permite el acceso al desconcertante lugar, que nos recibe con sol y la típica chiquillería canaria disfrutando de baños y chapuzones. Buen lugar para bañarse y comerse un bocadillo bajo el sol.
De vuelta a Valverde, hacemos una parada estratégica en el mirador de la Central hidroeólica Gorona del Viento, la apuesta canaria por la autosuficiencia energética.
Finalizamos la jornada paseando por Valverde y cenando, muy bien por cierto, en uno de los pocos restaurantes que en la crisis del COVID-19 permanece abierto: La Tafeña.
Día 3. Circuito Oeste: El Golfo, playa de El Verodal, El meridiano. Ermita Virgen de las Nieves.