Juan A. Anta
Área de Química Física,
Universidad Pablo de Olavide, Sevilla
(Informe elaborado el 3 de mayo de 2020)
Uno de los pocos aspectos positivos de la expansión del corona virus SARS-CoV-2 (causante de la enfermedad conocida como COVID-19) y de las correspondientes medidas de cuarentena y confinamiento es la previsible reducción de la contaminación ambiental y la mejora de la calidad de aire.
He seleccionado dos ejemplos, uno referido a un ámbito local (polución urbana en la ciudad de Sevilla) y otro global (concentraciones de CO2 en la atmósfera del planeta).
(1) Ámbito local
El monóxido de carbono (CO) y el dióxido de nitrógeno (NO2) son contaminantes primarios emitidos por los motores de combustión de los automóviles. Son característicos de ambientes urbanos contaminados. El dióxido de azufre (SO2) se produce en refinerías y polos industriales y nunca se encuentra en alta concentración en Sevilla.
Tomando los datos de informes diarios que ofrece la Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Desarrollo Sostenible para una serie de contaminantes en aire he elaborado la siguiente gráfica:
Los datos están tomados a la misma hora, 12 de la mañana, y en la estación de Ranilla, en la Avenida de Andalucía/Ronda del Tamargillo. Citando a la Red de Vigilancia Ambiental, “La estación se encuentra ubicada en mitad de una ronda de circunvalación interna de la ciudad con trafico rodado intenso, en un tramo medio de la ronda a distancia equidistante de dos nudos de circulación. A unos 180 metros de la misma se encuentra una salida de la ciudad (Autovía Málaga) . La estación está orientada a la medición de niveles de tráfico”
Vemos que la declaración del estado de alarma y el inicio del confinamiento supuso un descenso de la contaminación por NO2 en esta estación. Este descenso es especialmente acusado para el CO. Curiosamente, desde el 15 de marzo los niveles se están recuperando poco a poco en ambos contaminantes, lo que indicaría un incremento progresivo del volumen del tráfico. Sin embargo, los datos ofrecidos por la consejería se corrigen súbitamente el día 27 de abril. ¿Qué paso ese día? Pues sospecho que algún error de calibración en el detector de CO que los técnicos de la Consejería corrigieron (…).
Para salir de dudas he repetido el estudio para la estación de Torneo-Cartuja. Esto es lo que se obtiene:
Aunque las concentraciones de CO y NO2 se recuperan progresivamente desde la caída debida a la declaración del Estado de Alarma, nunca se llegan al alcanzar los niveles pre-alarma, como parecía indicar la estación de Ranilla.
(1) Ámbito global: El dióxido de CO2 es un gas de efecto invernadero, principal causante del cambio climático de origen humano. Su principal fuente antropogénica es el empleo de combustibles fósiles (carbón, petróleo y sus derivados) y está por tanto asociado a la industria, la producción de energía eléctrica por fuentes no renovables y a la actividad humana en general.
Los niveles de CO2 en aire se monitorizan desde los años 70 por el NOAA (National Oceanic and Atmospheric Administration) a través del observatorio que tienen en Hawaii (en el Mauna Loa, a 3400 metros de altitud) (ver la web: https://www.esrl.noaa.gov/gmd/ccgg/trends/) Esta es la gráfica que muestra cómo han subido los niveles de CO2 en las últimas décadas:
Resulta interesante conocer si la crisis de la COVID-19 y el confinamiento de miles de millones de habitantes en todo el mundo se ha notado en los niveles de CO2 del planeta. El mismo NOAA ofrece estos datos:
La línea roja representa las medias mensuales y la negra los mismos datos pero corrigiendo la variabilidad estacional que tiene el CO2. Parece observarse un ligero descenso en los últimos datos, pero resulta difícil separar ese descenso del propio ciclo estacional. Como el mismo NOAA advierte, es todavía demasiado pronto para conocer si la crisis de la COVID-19 ha tenido un impacto apreciable en las concentraciones de CO2 en la atmósfera de La Tierra.
