domingo, 7 de enero de 2024

Guía oficiosa de Florencia (y Pisa)

 Guía oficiosa de Florencia (y Pisa)


    Siempre he dicho que la vida del turista es dura. Todo el día de aquí para allá con el afán impenitente de verlo todo. Todo el tiempo con la presión de la guía bajo el brazo, y el ansia de hacerse la foto obligada en el sitio obligado. Y esa sensación de estar en un pompa de jabón a punto de explotar en mitad de un escenario, soplada, manipulada y sin embargo ignorada, como tantas otras burbujitas indistinguibles y viajeras. 

    Si hay un lugar donde la maldición del turista se cumple a la perfección ese es Florencia. Bien sea dicho que es una de las ciudades más hermosas de Europa y del mundo. Quizás no tanto como Venecia o Río de Janeiro, pero sin duda bien merece el esfuerzo de pasar en ella unos días. Y sí, hay que estar en buena forma física y mental para conocerla en profundidad. Forma física que necesitaréis para subir los más de 460 escalones para acceder a la cúpula de Bruneleschi o los más de 400 para retorceros y cruzaros con centenares de otros visitantes en el estrecho e internacional kamasutra de la ascensión al Campanile (no olvidéis dejar las mochilas en el guardarropa porque no os dejarán, con toda razón, subir). Y de buena forma mental para no sucumbir al misterioso (pero real), síndrome de Stendhal,  porque tal es la cantidad de arte y belleza que esta ciudad contiene que sólo los espíritus más entrenados pueden llegar a digerir al menos una parte. Y es que pocos lugares habrá que representen mejor al espíritu humano (o al menos al espíritu occidental) que Florencia.


A algunos podrá sorprender pero hay que reconocer que este complejo urbano no es otra cosa que un "éxito" del capitalismo histórico (que no un "éxito histórico del capitalismo" - el orden de las palabras importa). Y es que en esta ciudad del tamaño de Sevilla, fundada a orillas del Arno por Julio César unos pocas décadas antes de nuestra era, ha habido siempre dinero, mucho dinero. Seres humanos (no sólo los Médici) que pelearon, conspiraron, y amasaron una inmensa fortuna. Y que supieron cómo gastarla. En nuestro vacuo mundo contemporáneo un niñato rico por herencia o por accidente, pero insulso y paleto se gasta el dinero que le sobra en un iphone o en un Ferrari amarillo. En Florencia en cambio existían seres humanos que encargaban las puertas de bronce del acceso al Baptisterio a Ghiberti o una estatua del David a Miguel Ángel,  o una Alegoría de la Primavera a Botticelli o una María Magdalena a Donatello. Y además quisieron dejar con la boca abierta a toda la cristiandad encargando la cúpula más majestuosa jamás concebida (y construída) a Brunelleschi. Y todo que para que millones de burbujitas indistinguibles y viajeras observen y fotografíen todas estas maravilles siglos después, rindiendo tributo humano (y por supuesto económico) a ese impresionante legado. 


    A lo más importante de Florencia se puede acceder caminando, en distancias del orden de los 30 minutos, a ambos lados del río Arno. Visita obligada son por supuesto el complejo del Duomo,  que incluye, además de la catedral de Santa María del Fiore, el famoso Baptisterio de San Juan (edificio más antiguo que la propia catedral), el Campanile (i.e. Campanario) de Giotto, el acceso independiente a la impresionante cúpula (punto más alto de la ciudad antigua), la Cripta de Santa Reparata y el Museo (Museo dell'Opera del Duomo). Especialmente interesante es la cripta, donde se conservan los restos de la primera iglesia cristiana construida en la ciudad (anterior a la catedral) y que contiene unos bonitos mosaicos romanos, parcialmente cubiertos por suelo de terracota de factura paleocristiana. El Museo es también de visita obligada (recomiendo comprar con antelación el pase combinado que incluye las cinco atracciones mencionadas), porque, con muy buen criterio, conserva las copias originales de las obras más importantes de la Catedral y el Baptisterio, entre las que se encuentran las impactantes puertas de bronce que Ghiberti esculpió en el siglo XV para esta construcción, bautizadas más tarde por el propio Miguel Ángel, como las Puertas del Paraíso. 




   
Estas sean probablemente una de las obras que más nos impresionaron en toda Florencia, porque es una especie de obra de arte "fractal", es bonita si la miras de cerca y te entretienes en cada de una de sus deliciosas escenas bíblicas, y es bonita si la miras de lejos, quedándote con la boca abierta por tanto a cualquier distancia.

    En el mismo museo, que conserva además una conseguida reproducción de la primera fachada gótica de la catedral (la actual es bastante posterior, amigos, de hecho, de finales del XIX), se puede además contemplar una escultura desconcertante, la Maria Magdalena penitente de Donatello, artista también del Quattrocento. Digo desconcertante porque nuestra primera impresión al verla fue que pertenecía a exposición itinerante de algún artista contemporáneo, tal es la "modernidad" y fuerza de esta figura inigualable. 

    Por supuesto el Museo dell'Opera del Duomo, no es el único museo cuya visita es obligada en Florencia. Quizás el más conocido son las 
Galleria degli Uffizi, que no es que hubiera otra familia rival a los Médici que se llamara así sino que "Uffizi" significa "oficinas" y es que se trata de un edificio originalmente pensado para albergar la tropa de notarios, escribanos y demás funcionarios encargados de dar servicio a la brutal actividad comercial de esta ciudad. Fue construida por Giorgio Vasari, uno de los tipos que decoraron la cúpula del Duomo, en el siglo XVI, bajo órdenes del amigo Cosme, esto es, Cosme I de Médici, Gran Duque de la Toscana (la mayoría de los Médici famosos fueron señores de esta región italiana, con el título de duque) . 


    
La visita a este museo y el consiguiente "apoquinamiento" de 30 euritos (se recomienda el uso de la web oficial para la compra de las entradas y dejarse de experimentos) no sólo merece la pena por admirar los innumerables tesoros pictóricos que contiene sino por disfrutar el edificio en sí, así como las vistas que se obtienen desde el piso superior, como la imagen del Puente Vechio reflejado sobre las aguas del Arno, una imagen imborrable, sobre todo a la hora del atardecer. Por cierto que este mismo Vasari fue el que construyó el Corredor Vasariano pensado para que el señor duque pudiera ir desde su residencia del Palacio Pitti, al otro lado del río hasta sus dependencias de gobierno en las Uffizi sin mezclarse con el populacho. 

    Haría falta un blog aparte para describir la galería Uffizi, pero baste destacar, sin minusvalorar otras muchas y magistrales obras, los más que famosos cuadros de Botticelli y de Caravaggio. Del primero, además de la Alegoría de la Primavera (que como curiosidad diremos que no sólo es una maravilla del arte representativo sino que también es todo un tratado de botánica) uno no puede dejar de contemplar de cerca (si le dejan), el Nacimiento de Venus, de la que nos impresionaron la expresión melancólica de la diosa, tan enigmática en su inocencia como sugerente.  Y qué decir de la cabeza recién cortada de la Medusa de Caravaggio, una de las representaciones más poderosas del mito clásico de Perseo. Quizás haya sido necesario haber leído la historia del hijo de Zeus y de Dánae para entender (o tratar de entender) la expresión de la Medusa entre la vida y la muerte, con esa mirada magistralmente interpretada por el maestro, que parece querer decirlo todo justo antes de transportarse cum gemitu fugit hacia la nada.

Muchos van a Florencia con la idea preconcebida de ver el famoso David de Miguel Ángel, conservado en la Galleria de la Academia. Mi recomendación es que salvo mayor interés en el resto de las obras conservadas en este museo (destacar la exposición de instrumentos antiguos así como unos bocetos en piedra del mismo Miguel Ángel), no merece la pena pagar su entrada si sólo se quiere cumplir con la consigna de contemplar de cerca esta aclamada escultura. Quizás pueda uno conformarse con admirar la reproducción a escala real que situada frente al Palazzo Vechio, en la Piazza de la Signoria (Signoria con el sentido de "gobierno"), quizás uno de los lugares más espectaculares de la zona antigua de la ciudad. Podríamos etiquetar a este lugar como centro neurálgico de la Florencia histórica, donde se puede captar en solo vistazo el espíritu de la ciudad. No sólo se puede disfrutar (gratis) de la copia del David, si no de muchas otras reproducciones de esculturas famosas, colocadas con estilo bajo el techo de la Loggia del Lanzi (Loggia en el sentido de pórtico o galería). Es también un buen lugar para empezar a perderse en las viejas calles de Florencia, con ese encanto característico italiano, tan costumbrista como eterno.

    Desde la Piazza de la Signoria se puede caminar hacia el sur en dirección al río, la Galeria degli Uffizi y el Ponte Vechio, hacia el norte en dirección hacia la Piazza della Repubblica o hacia el este para visitar la zona de la Basilica de la Santa Croce. Dicho sea a modo de paréntesis, uno de los detalles que me llamaron la atención del centro histórico de Florencia es que se ajusta bastante bien al modelo de cuadrícula, algo que contrasta con otros centros históricos medievales como el Sevilla, Toledo, Carcasona o Praga. Y es que Florencia no es una ciudad medieval, es una ciudad romana, fundada por romanos con estructura de urbe clásica, con sus vías rectilíneas organizadas en torno al Foro. 
     

    La Piazza y Basilica de la Santa Croce es otra de las visitas obligadas de la capital de la Toscana, no sólo porque se trata de una extraordinaria y vistosa construcción con orígenes de finales siglo XIII, sino porque alberga los mausoleos de grandes figuras históricas de la nación italiana, como Dante, Miguel Ángel, Galileo y Maquiavelo. Pero no fueron estos insignes personajes cuyas tumbas más me emocionaron, sino descubrir que aquí, en un rinconcito casi desapercibido descansan los restos del gran Enrico Fermi, uno de los padres de la física moderna. 

    La Santa Croce es el templo franciscano más grande del mundo y puede bien considerarse como un museo más que una iglesia, a pesar de la elegante fachada con la que domina la plaza del mismo nombre. 

    Desde la Piazza se puede caminar hacia la zona del barrio y Mercado de San Ambrosio, donde uno puede escaparse por un rato de la histeria del turismo masificado y acercarse a la cultura local (porque no hay nada mejor que la gastronomía para entender la cultura de un pueblo o nación). El mercado más visitado de Florencia (Mercato Centrale) se encuentra en las cercanías de la estación de tren de Santa Maria Novella, y es bastante espectacular como "escaparate" turístico. Sin embargo el mercado de San Ambrosio es más coqueto y auténtico. Tanto en el mercado como en los alrededores se puede comer sabroso y barato, al tiempo que se respira el ambiente local. 

    Y poco más que contar salvo recomendar la visita a la antigua Farmacia de Santa Maria Novella, también en la cercanías de la estación de tren, y que quizás deba su popularidad entre españoles a que su visita es gratis, pero no por ello resulta menos interesante, por ser una experiencia multisensorial, no sólo visual sino táctil y sobre todo olfativa, fruto de siglos de tradición cosmética. Nos quedó subir a la colina del Piazzale Michelangelo, al otro lado del río, y desde donde puede contemplarse la ciudad desde una cierta altura, con su famoso skyline, y agarrar el bus número 7 hacia Fiesole, pequeña población de interés histórico y arqueológico encaramada sobre una de las colinas que rodean a Florencia (sí, Florencia también está rodeada de colinas, aunque creo que no son siete...)

    En resumen, los fieles de la religión musulmana han de peregrinar a La Meca alguna vez en la vida, pero los creyentes en la capacidad del ser humano para crear belleza infinita y arte imperecedero habrían de hacer lo propio con esta refinada ciudad italiana. 

Y un pequeño apunte sobre Pisa

    La mayoría de los turistas de clase media que quieren viajar a Florencia descubren rápidamente que volar al aeropuerto de Florencia es muy caro. Afortunadamente existe un aeropuerto cercano (a una hora larga en tren de Florencia), de precios asequibles, y que además se encuentra situado a un paso del centro de otra bella ciudad toscana famosa por esa torre que todos hemos oído hablar...

    Pisa es un ciudad pequeña y coqueta, muy manejable para su visita. Tiene dos almas, aquella que orbita en torno la popular Torre Prendente, en la Piazza dei Miracoli (Plaza de los Milagros), atestada de turistas y de historia, y el resto de la ciudad histórica, con un ambiente popular y relajado. La Plaza de los Milagros es en verdad una estampa única en el mundo, no sólo por la conocida torre inclinada, sino por el Duomo, el Battisterio de San Giovanni (más grande que el de Florencia, ojo) y el Campo Santo. Muy recomendable fijarse en los respectivos púlpitos de Pisano padre (en el batisterio, de mediados del siglo XIII) y el de Pisano hijo (en la catedral) y cómo comprobar que el padre ha sido superado (con creces) por el hijo.

    Una de las cosas buenas de Pisa es que como todos los turistas se van al mismo sitio, dejan el resto de la ciudad para la gente local y para todos aquellos que desean saborearla sin prisas y sin agobios. Muy bonito el paseo por la vera del río Arno (sí, el mismo que pasa por Florencia), la visita a la iglesia de Santa María della Spina (la "spina" es una reliquia de la corona de Jesucristo) y el mural Tuttomondo, en la Piazza de Vittorio Emanuelle. 

   
En resumen, visitar Pisa es también inexcusable, siempre y cuando no os hagáis la dichosa foto sujetando la torre...









    









No hay comentarios:

Publicar un comentario

Guía oficiosa de Florencia (y Pisa)

 Guía oficiosa de Florencia (y Pisa)      Siempre he dicho que la vida del turista es dura. Todo el día de aquí para allá con el afán impeni...